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Los exámenes son una manera honrada de evaluar los logros de los estudiantes. Han existido en diversas formas durante cientos de años. El término ‘logros’ es una palabra más generalizada que ‘conocimiento, habilidades y comprensión’. Los maestros y educadores piensan que están evaluando estos atributos cuando diseñan un examen de fin de curso o administran un examen estandarizado a nivel nacional.
Los méritos de los exámenes son que todas las personas que pueden tomarlos en un grupo particular de estudiantes lo hacen al mismo tiempo, en las mismas condiciones, utilizando marcadores externos con un conjunto de criterios de juicio acordados. Me refiero a un examen tradicional aquí en lugar de una prueba de opción múltiple que se puede marcar electrónicamente.
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Esto puede parecer una manera bastante justa y robusta de determinar lo que los estudiantes saben y recuerdan y son capaces de aplicar, pero no lo es del todo. En algunas partes del mundo (no mencionaré nombres) hacer trampa y pagar por buenos resultados de exámenes es endémico. Suena descabellado en el mundo occidental, pero donde los docentes reciben un pago deficiente o errático, es común el soborno para que los estudiantes individuales obtengan buenas calificaciones.
Otra falla inherente de los exámenes formales es que algunos estudiantes no se desempeñan bien bajo la presión de plazos específicos. Este método de evaluación es particularmente injusto para los estudiantes con dislexia brillante, por ejemplo, que necesitan más tiempo para escribir y procesar sus respuestas.
La evaluación continua del trabajo del curso se ha incluido como parte del proceso de evaluación del estudiante, a menudo junto con exámenes escritos, durante más de 40 años en muchas jurisdicciones escolares. Esto parece ser una forma más justa de determinar la ética de trabajo de los estudiantes y su aplicación de conocimientos y comprensión a lo largo del año de estudio. Pero la evaluación continua también está sujeta a manipulación, por ejemplo, los padres que ayudan con las tareas de los cursos de sus hijos, especialmente cuando se avecina la fecha límite de presentación y mamá y papá no quieren que su querido hijo o hija fracasen. Los estudiantes que no tienen una crianza fuerte y de apoyo pueden sentir que la evaluación continua es injusta para ellos. Por cierto, los maestros pueden detectar la “ayuda de adultos” a una milla de distancia, pero a menudo lo dejan pasar porque sus escuelas están bajo presión para que les vaya bien en las tablas de liga comparativas.
En resumen, si el 50% de las calificaciones de un estudiante se obtienen al rendir un examen formal y el otro 50% determinado a través de la presentación del trabajo del curso a lo largo del tiempo, entonces esta parece ser una manera justa y meritoria de determinar quién ha hecho mejor y menos bien
Otra cuestión es si un buen desempeño en los exámenes tiene un impacto a largo plazo en el éxito de un individuo durante 40 años en el trabajo.
Ni los exámenes ni la evaluación continua determinan cualidades humanas vitales como las habilidades de negociación, la compasión, la moral y la ética, las habilidades de relación, etc. Aprendemos y aplicamos estas cualidades a través del viaje de la vida, no en una sala de examen.
